Dicen que más vale tarde que nunca, por lo que hoy,
día 4 de junio, día de resaca de la Champions madridista he decidido retomar
unos minutos de escritura. He de decir que la sensación que en estos momentos
invade mi cuerpo es una mezcla de ilusión y nerviosismo, puesto que son muchos
meses los que llevo sin sentarme delante del ordenador. Hoy lo hago dejándome
llevar por una reflexión, una reflexión lógica y coherente, pero que no parece
estar inculcada en la sociedad actual como debería, allá vamos.
¡CAMPEONES DE EUROPA!
En estos momentos muchos de vosotros o, mejor dicho,
de nosotros estamos aun con la sonrisa en la boca tras la mágica noche de ayer.
¡Cómo no iba a ser así! Somos campeones de Europa por duodécima vez. Ayer
millones de personas contemplaban como los merengues pasaban por encima de la
Juventus goleándoles en una final que, sin duda alguna, permanecerá por muchos
años grabada en nuestra retina.
En torno a las 22:00 una noticia totalmente al margen de la final corrió rápidamente
por los medios de comunicación, la ciudad de Londres había sido sacudida
nuevamente por un atentado terrorista, el tercero en tres meses y el segundo en
apenas dos semanas. Quizás en otro momento esta terrible noticia habría sido el
tema principal de conversación en sobremesas, reuniones de amigos o en las
simples, fugaces e incómodas conversaciones de ascensor, pero nada podía
eclipsar al gran evento que acontecía en esos instantes. Poco antes de las
23:00 el partido terminaba y el equipo de Zidane levantaba la copa al cielo de
Cardiff, los madridistas estallaban de júbilo al ver que su equipo había vuelto
a coronarse como el mejor de Europa e invadían las calles para festejarlo. Al
mismo tiempo y, a tan solo 240 kilómetros de allí, decenas de personas se
hallaban envueltas por el pánico que tres terroristas islámicos habían causado,
llevándose por delante la vida de siete inocentes y dejando veintiocho heridos
en un nuevo atentado.
Tras una larga noche Madrid, Londres y Cardiff
amanecen con sensaciones bien distintas pero, lejos de recuperar la normalidad,
en el caso de la capital española los preparativos, los actos institucionales y
la alta presencia policial dejan patente que la celebración del título no ha
hecho más que empezar. Son miles las personas que abarrotan las calles, siendo
la Puerta del Sol y la Cibeles los dos puntos principales de encuentro, algo
que viene siendo habitual cada vez que el Real Madrid consigue un título. Sin
embargo, desde mi humilde punto de vista, el hecho de
solidarizarse con quien realmente lo necesita debería ser algo prioritario, en este caso con un país
que ha visto como en tan solo dos semanas le han arrebatado la vida de
veintinueve personas. Para muchos de nosotros resulta inevitable echar la vista
atrás y recordar aquel 11-M que, no solo paralizó a España, sino prácticamente
a toda Europa. Pero quienes siguen movilizando el país (con gran ayuda de los medios) son los Ronaldo, Bale o Ramos.
Dicho esto he de decir que un servidor ha acudido
tanto a manifestaciones en contra del terrorismo como a la propia Cibeles a
festejar triunfos madridistas, pero la coherencia y el sentido común me han
llevado a pensar que las protestas contra los ataques terroristas están
quedando en el olvido. Aún recuerdo las tardes en las que mis padres me llevaban
a Sol y me explicaban siendo apenas un crío el motivo por el que tanta gente se
reunía, se pintaba las manos de blanco o coreaban al unísono el NO A LA GUERRA.
Comprendiéndolo tan solo a medias en aquellos momentos recuerdo como la piel se
me ponía de gallina al ver que era por una causa realmente solidaria, y eso es
lo que creo que se está perdiendo.
Sólo me queda desear que la próxima vez que vea
abarrotadas las calles de Madrid sea para festejar más títulos, las Navidades o
cualquier otro motivo de celebración y recordar que el sentimiento a los
colores de un equipo puede ser realmente verdadero, pero que más allá del
fútbol sigue habiendo motivos por los que reunirse y luchar…o al menos esa es
mi reflexión.
¡HALA MADRID!
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